Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

22 junio 2006

De lectores y lecturas


Cuando hablamos de lectores, muchas veces hablamos en realidad de personas alfabetizadas: aquellas que son capaces de decodificar los signos de un lenguaje determinado. Creemos que cualquiera que pueda leer un anuncio panorámico, una revista o incluso un mamotreto de 600 páginas, y decirnos más o menos de qué se trata, llena los requisitos. Pero un lector es mucho más que eso.

En su libro El buen lector se hace, no nace (Ariel Practicum, 1999), Felipe Garrido nos dice que un lector cumple con cinco características: lee por voluntad propia, todos los días, comprende lo que lee (está acostumbrado a atribuir un significado al texto), puede servirse de la escritura y suele comprar libros.

Dejando de lado este último punto, que no es compartido por muchos autores y que se dificulta en ocasiones en este país de muchos libros, altos precios (aunque sin IVA) y pocas librerías, Garrido toca un punto fundamental: lector es aquel que hace más que simplemente decodificar: tiene que ser capaz de dar sentido a lo que lee, es decir, relacionar el texto con su experiencia y conocimiento previo y dotarlo de un sentido (aprehensión emotiva) y un significado (aprehensión intelectual), que van más allá de lo que está escrito en el texto original.

Por eso cada libro, cada texto, es diferente para cada persona. Porque la comprensión se construye a partir de la información previa, la experiencia y el sentido que son únicos e irrepetibles. Esto es lo que se llama multisentido de la lectura.

Esa es también la razón por la cual un libro es diferente cada vez que lo releemos. Porque (en palabras de Neruda) nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. La acumulación de vivencias e información cambia, en el mejor de los casos amplía, nuestra visión de la vida y ofrece la posibilidad de encontrar nuevas lecturas o interpretaciones que antes nos estaban vedadas porque no teníamos la experiencia necesaria para acceder a ellas.

Cada lector es así, también, un autor. El libro no tiene un mensaje unívoco, absoluto e inconfundible. Cada lector escribe una parte de la obra cuando lee, tal vez la más importante, porque es suya.

Eduardo Galeano en El libro de los abrazos (Siglo XXI, 2000) lo dice mucho mejor que yo, en un texto llamado “La función del lector /1”. Lo reproduzco porque es muy breve y espero que el poseedor de los derechos de la obra no me persiga:

Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.

Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.

En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.

Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.

Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.

2 dicen que dicen:

  • El 22 junio, 2006 03:49, Anonymous Anónimo dijo otra cosa…

    Elín:

    En la Unión Europea se lanzó una propuesta para educación infantil en la que, conjuntamente con la alfabetización para enseñar a los niños a leer, se les instruya, además, para ser lectores. Esta propuesta se basa en la siguiente premisa: "enseñar a los niños a leer las entre líneas y el subtexto de las intenciones que se esconden detrás de la pancarta, el texto y la imagen" En efecto, el lector no es sólo el capaz de comprender lo que el texto "dice" sino, también, lo que el texto "calla".

    Saludos afectuosos.
    Miguel Á. González G.
    Tampico, Tamps.

     
  • El 06 julio, 2006 05:10, Blogger ellb dijo otra cosa…

    Así es Miguel Ángel. También en México y América Latina se han lanzado campañas similares (por ejemplo las promovidas por el CERLALC y FundaLectura en Colombia), pero aún nos falta mucho para que la lectura en la escuela se convierta en el acto voluntario, lúdico y gozoso que queremos que sea para todos.

    Un saludo, me da gusto tener noticias tuyas.

     

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