Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

22 marzo 2007

Si de cooperar se trata...

El martes dio inicio la colecta anual de la Cruz Roja Mexicana, que se extenderá hasta el 15 de abril. En los cruceros más importantes de Victoria, haciendo eco de lo que sucede en tantas ciudades del país, hormiguean los voluntarios solicitando donativos para esta institución.

Se acercan armados con su ánfora, sus calcomanías y la incertidumbre de la respuesta de los ciudadanos. Pero en su mayor parte, y hablo desde mi experiencia del año pasado, la gente coopera. Incluso aquellos que tienen ya su parabrisas tapizado de pequeñas cruces, se detienen un momento para buscar algo de feria, unas monedas que puedan hacer una diferencia. No faltan, claro, los que con gesto de fastidio niegan con la cabeza, o se refugian en una imaginaria llamada telefónica para intentar pasar inadvertidos. Pero también están los que no sólo entregan el dinero, sino también palabras de aliento para los voluntarios (Pues ya he donado muchas veces, me dijo una señora joven, pero le voy a dar nada más porque anda aquí en el sol).

Recuerdo a una señora ya mayor que iba con su familia en un carro muy destartalado. A la pregunta de si quería cooperar con la Cruz Roja, sonriendo señaló el tarjetón de discapacitados que colgaba de su retrovisor y luego sus muletas atravesadas en el asiento de atrás: ¡Pues claro, si soy cliente frecuente! La imagen se repite constantemente: los que han recurrido a la Cruz Roja, los que saben lo que es contar con su servicio en el momento de la angustia y la necesidad, encuentran una manera de retribuir las atenciones recibidas.

No hay un solo repartidor, de esos que en sus motocicletas recorren la ciudad para entregar pizzas o cualquier otra cosa (casi siempre realizando maniobras suicidas a velocidades impensables en sus aparentemente endebles vehículos) que no aporte dinero, y además de buena gana. Por supuesto: así como los carpinteros tienen a San José, cada oficio tiene su santo y la santa patrona de los repartidores parece ser la Cruz Roja, esa que les hace el milagro de devolverles la salud y la entereza en caso de accidente, riesgo frecuente en la profesión.

En fin, que da gusto encontrar en cada esquina tantas muestras de solidaridad de ambos lados del ánfora: por una parte, los que dedican su tiempo a recorrer las calles por una buena causa, por la otra, los que esperamos no necesitar nunca de los servicios de la Cruz Roja, pero entendemos el infinito valor que pueden llegar a tener esas monedas.

En otro orden de ideas. En marzo llega también el Festival de la Lectura, este año, con la presentación de Pilar Pellicer el lunes 26 en el Teatro de la Universidad (19:00 horas), el Recital en homenaje a Doña Amalia González Caballero de Castillo Ledón el martes a las 20:00 horas en el Auditorio del Centro Cultural, y dos presentaciones editoriales: La sombra misma de Luz Elena Cabrera el 28 a las 19:00 horas y la novela El ejército iluminado de David Toscana el jueves a las 8 de la noche (ambas en el Teatro Universitario), entre otras actividades. Destaca además el taller de narrativa con David Toscana, a realizarse del 26 al 30 en el Museo Regional de Historia de Tamaulipas. La entrada es libre a todos los eventos excepto el taller, los esperamos.

Y por último, aprovecho para agradecer la invitación de mi estimado amigo Ambrocio López a acompañarlo en la conducción de EducArte, programa de la Unidad Académica Multidisciplinaria de Ciencias, Educación y Humanidades que se transmite por Radio Universidad todos los lunes de 6 a 7 de la tarde.

01 marzo 2007

La verdadera forma de Dios

Con anterioridad en este mismo espacio había comentado que a los columnistas, cronistas y comentaristas nacionales (y alrededor del ancho mundo, supongo), con mayor o menor fortuna, les encanta establecer paralelos entre el fútbol y la vida cotidiana, y especialmente con la política.

Pero si hay alguien que sabe elaborar imágenes pulidas y metáforas brillantes sobre el fútbol y la vida es Juan Villoro, quien recibió recientemente en Barcelona el III Premio Internacional de Periodismo Vázquez Montalbán en la categoría de periodismo deportivo por su libro de crónicas Dios es redondo, publicado en nuestro país por Editorial Planeta (mientras que el reconocimiento en el área cultural y política recayó en Tomás Alcoverro, periodista español de larga trayectoria).

Villoro, ensayista, novelista, cuentista y autor de libros para niños, hombre de variadísimos intereses, ha ejercido la crónica en diferentes publicaciones como Cambio, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Universidad de México, Crisis, La Orquesta, La Palabra y el Hombre, Nexos, Vuelta, Siempre!, Proceso y Pauta, de la cual fue jefe de redacción, así como en los periódicos y suplementos La Jornada (cuyo suplemento La Jornada Semanal dirigió de 1995 a 1998), Uno más uno, Diorama de la Cultura, El Gallo Ilustrado y Sábado, entre otros. Tiene alrededor de 15 libros publicados. En 1999 obtuvo el premio Xavier Villaurrutia por su libro de cuentos La casa pierde, el Premio Mazatlán 2000 por los ensayos de Efectos personales y el Premio Herralde de Novela 2004 por El testigo.

Brillante escritor de crónica (género al que rebautiza como “el ornitorrinco de la prosa”), lo cual nos demuestra en sus libros Los once de la tribu y Safari accidental, Villoro nos revela que el deporte más popular de América Latina es materia para la literatura, tanto como una entrevista a Mick Jagger o el regreso a un Berlín reunificado.

En su discurso tras recibir el premio Vázquez Montalbán, comentó: “No hay historias sin emociones y no es casual que los escritores dirijan su mirada a los estadios. La forma de la pasión mejor repartida en el planeta es el fútbol”. Así, su nombre se ha vuelto una referencia recurrente para los aficionados debido a su labor como cronista de este deporte. Ha cubierto varios Mundiales: Italia 90 para El Nacional, Francia 98 para La Jornada y, recientemente, Alemania 2006 para la televisión. Su amable rostro barbado es una imagen familiar tanto para los asiduos seguidores de la programación del Canal 22 como para los apasionados futbolistas de sillón, logro del que no muchos escritores pueden presumir.

“Espejo de las sociedades, el fútbol cuenta con todas clases de testigos dispuestos a desentrañar los beneficios y vilezas que desata. Sin embargo, fue necesario un largo proceso de aculturación para entender que se trataba de una actividad que se merecía ser abordada por escrito”. Este escritor que descubrió su vocación gracias a (entre todas las causas) un locutor deportivo, el legendario Ángel Fernández, Villoro demuestra hasta a los más escépticos que en el fútbol podemos encontrar un espejo de la vida, un reflejo nuestras más altas y bajas pasiones y, por supuesto, de nosotros mismos.