Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

20 julio 2006

Anuncio

Esta columna se va de vacaciones dos semanas.

(Mientras tanto los invito a visitar mi blog Sin tiempo para nada)

Nos vemos el 3 de agosto.

13 julio 2006

Las ciudades indomables

En su conferencia “La ciudad conquistada”, organizada por el ITAVU y realizada el pasado lunes en el Museo Regional de Historia de Tamaulipas, el Dr. Jordi Borja Sebastiá, geógrafo y urbanista, director del Master de Políticas y Proyectos Urbanos de la Universidad de Barcelona, hizo un recuento de la evolución de las ciudades desde el trazado medieval (en torno a una plaza central rodeada por la iglesia, el centro de gobierno y el de comercio) hasta la ciudad contemporánea o megápolis, la llamada “ciudad de ciudades”.

Comentó algunos de los principales problemas que se enfrentan actualmente alrededor del mundo en materia de urbanismo: entre las ciudades modernas destaca la figura de las “casas sin ciudad” que son aquellas barriadas de casas en serie, monótonas, instaladas en medio de la nada, que no cuentan con vida urbana para satisfacer las necesidades de la población. Los centros comerciales fueron calificados como fortalezas, catedrales en el desierto, hechos para todo menos para los peatones.

Señaló que como propuesta de integración para las áreas marginales se siguen principalmente dos modelos: el Favela Bairro, que apuesta por la conectividad, la construcción de centros recreativos, espacios comunes, áreas verdes, etc. es decir la construcción de un ambiente estimulante; o bien el plan de mejoramiento de vivienda. Señaló que la mayor parte de las veces se opta por uno de los dos, cuando de manera ideal deberían aplicarse ambos simultáneamente: dar a los ciudadanos la opción de contar con un entorno óptimo y un espacio propio digno.

Pero las instituciones son incompetentes para gestionar los cambios en la estructura urbana: éstos solo puede ser legitimados por los movimientos sociales, que surgen de las necesidades de la población. Son acciones colectivas y resultado de la elaboración intelectual de una sociedad, lo cual escapa al ámbito político y gubernamental.

A un comentario del público acerca de la personalidad de cada ciudad, con sus personajes distintivos y características particulares, el Dr. Borja mencionó que las ciudades cuentan con una identidad única no solamente en su perfil físico, sino también en el humano, a lo que se refirió como “ciudad de arriba” y “ciudad de abajo” respectivamente.

Con este pretexto pienso en el perfil de las ciudades y su relación con la literatura, en cómo una ciudad puede hacérsenos entrañable sin conocerla. ¿Quién no imagina pasear por las calles de Lisboa después de leer a Saramago? Es imposible separar a Praga y Milán Kundera, Paul Auster y Nueva York, Dickens y el Londres del siglo XIX, Efraín Huerta y la Ciudad de México.

Están también aquellas ciudades y pueblos que no por imaginarios son menos nuestros, como Macondo perdido en la selva y Comala rebosante de ecos. Están las ciudades pobladas por escritores (Sartre y de Beauvoir tomando café en Les Deux Magots), tan diferentes de las ciudades habitadas por personajes (como el mismo París pero visto a través de los ojos de Horacio Oliveira). Y ¿cómo imaginar las ciudades sin Calvino, sin los viajes de Marco Polo para dar recuento de las ciudades del imperio al Kublai Khan?

Más allá de las casas hacinadas, las vías rápidas, los parques inexistentes, los ojos del urbanista, de las ciudades y pueblos habitados por nosotros, las ciudades literarias se van construyendo con palabras y volviéndose inmortales. Pueden adolecer de los mismos problemas que nuestras grandes urbes, o constituirse en nuevas utopías. Las ciudades de nuestras lecturas van conformando una geografía íntima y sentimental, un mapa de posibilidades y anhelos, encerrando la promesa de sus secretos a punto de ser develados al doblar la esquina o dar vuelta a la página, lo que suceda primero.

06 julio 2006

Divagaciones nocturnas

Escribo a las 2:22 de la madrugada del jueves 6 de julio. Como si fuera música de fondo, escucho en la televisión la cobertura del recuento de los votos de la elección presidencial, que parece no terminará nunca. Todavía no se acaba de computar el 100% de los votos y el duelo a muerte entre dos candidatos (contrincantes convertidos en enemigos) parece más reñido que nunca. Son las 2 de la mañana con treinta minutos. Siempre he tenido problemas para escribir de día: la noche, con su silencio, se presta más para mis propósitos, para el encuentro con las palabras, las ideas, conmigo misma.

Pero esta noche nadie parece dormir. Las luces y el ruido me acompañan mientras escribo. A esta hora me pregunto si realmente alguien quiere leer hoy sobre (precisamente) libros y lectura, cuando es tanto lo que está en juego. Creo que definitivamente, la lectura ha sido uno de los motores que ha impulsado este cambio que vemos en nuestro país, la formación de estos ciudadanos críticos que vigilan atentamente el desarrollo de las elecciones, ciudadanos informados, de diferentes ideologías políticas, que exigen que su voz sea escuchada. Pero tal vez esta no es la noche para hablar de ello, para enfatizar cómo la lectura abre nuevos horizontes para aquellos que la procuran, como nos ayuda a abrir los ojos, a encontrarnos, a ver más allá de lo inmediato. Tal vez hoy no es el día, en este México dividido, para decir que la lectura es más que simple entretenimiento, sino una necesidad, una forma de vida.

Ha pasado una hora y los números acercan cada vez más, la competencia se vuelve más cerrada. En distintos lugares de la República algunos adelantan festejos, otros impugnan un resultado que aún no se ha anunciado oficialmente. Quienquiera que gane, lo hará con una mínima ventaja y con un profundo descontento de la otra mitad. Lo hará con un Congreso dividido, tanto como la opinión pública, tanto como los sueños y las aspiraciones de los más de 41 millones de mexicanos (cerca del 60% de participación ciudadana) que acudieron a las urnas el domingo.

La propaganda del IFE decía “Con mi voto, México está completo”. Pero yo veo que nuestros votos reflejan múltiples preocupaciones. Todos queremos lo mejor para México, para nuestras familias, para nosotros mismos, pero tenemos ideas diferentes de cómo lograrlo. México se divide en dos, en tres, en miles de esperanzas (aunque esta palabra haya sido momentáneamente secuestrada) y deberá buscarse la manera de conciliarlas.

Amaneceremos con la certeza de quien será nuestro próximo presidente. Habrá seguramente, desilusiones, expresiones de triunfo, descalificaciones, genuina alegría. Esperemos que no haya brotes de violencia que inestabilizarían al país y ensuciarían la calma con la que se efectuaron las votaciones (y lo cual dependerá en gran parte de la prudencia del candidato que resulte vencido). Pero después de tantos desvelos, de tantas horas extra, tendremos por fin la anhelada certeza de quien habrá de gobernarnos. Y nosotros, los ciudadanos, estaremos aquí para ayudar a trabajar y construir un mejor país, pero también para exigir el cumplimiento de tantas promesas, entre ellas (la primera que habrá de cumplirse), la promesa de la democracia.