Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

08 junio 2006

La lectura vicaria


Son muchas las herramientas que pueden utilizarse para la promoción de la lectura. Una de las más socorridas es, por supuesto, la lectura en voz alta (la cual a su vez está íntimamente relacionada con la tradición oral). Aunque la práctica de la lectura en voz alta se ha utilizado ampliamente con fines pedagógicos, en los últimos años ha surgido el concepto de lectura vicaria.

Esta consiste, según la definen Luigi Paladin y Laura Pasinetti en su ensayo El placer de oír leer. Aspectos psicopedagógicos de la lectura vicaria (1995) en “un tipo de lectura que tiene, dentro de sus características específicas, la de realizarse a través de la mediación de un lector que lee a los demás, estableciendo una relación de interdependencia y de coparticipación” (las comillas son mías).

Esta lectura no debe confundirse con el tipo de lectura escolar en el cual el maestro lee al alumno con la finalidad de que aprenda a leer, o la que el alumno realiza de un texto para ejercitar su habilidad lectora. Más allá, la lectura vicaria tiene cuatro elementos: la fuente (libro, texto), el mediador (lector), el acto de la lectura y el receptor u oyente.

Como se expresa en la definición anterior, en la lectura vicaria existe una relación de interdependencia entre el lector y el receptor que escucha la lectura, a quien Paladin y Pasinetti definen como lector – oyente: el lector se convierte en un mediador entre éste último y el texto, estableciendo con y entre ellos una relación afectiva. Por su parte, el receptor no se limita a escuchar de forma pasiva, sino que va construyendo significados: así pues, también está leyendo.
La presencia del libro es fundamental (y en ello radica la diferencia con la narración oral), de manera que pueda fomentarse el acercamiento entre el lector – oyente y el libro como objeto, como parte de un proceso de imitación.

Preferentemente, el texto seleccionado debe ser alguno que le hable al lector, que tenga algún significado para él o le despierte alguna emoción, para de esa manera transmitirla al oyente y provocar su interés.

Otra cosa que destaca en este concepto es que, aunque el lector vicario es quien da vida al texto, no debe hacerse indispensable, sino que debe convertirse en un vehículo para que el texto llegue a oídos de otra persona. Y es deseable despertar en el oyente el deseo de leer, no solamente de escuchar, sino de buscar por sí mismo nuevos textos.

Fomentar la lectura suena siempre como una tarea de titanes, y lo es en muchos sentidos, pero creo que en pequeña escala es una meta alcanzable. La lectura vicaria no es sólo para especialistas, actores, cuenteros y lectores profesionales. La idea es precisamente que cualquiera, padre de familia, maestro, bibliotecario, amigo, puede convertirse en un mediador.

Idealmente deben seleccionarse los textos con anterioridad, ensayar la lectura, dominar la técnica, todo lo cual puede sonar muy complicado. Pero en realidad, para empezar, para perder el miedo, basta con leer en voz alta a nuestros alumnos, amigos, hijos o compañeros, el material que se tenga a la mano (algo que muchos hacemos incluso de manera natural, sin darnos cuenta). Pueden ser libros, revistas, alguna nota del periódico que capte nuestra atención, pero es importante verificar que el texto esté acorde con el público al que va dirigido y no leerle la nota roja a, digamos, alumnos de preescolar. Y para que el esfuerzo realmente rinda frutos, hay que hacerlo de manera consistente (los ritos son necesarios, decía Saint – Exupéry).

Para todo hay un primer paso. Para formar lectores, todos podemos contribuir leyéndole a alguien más nuestra historia favorita. Y creo firmemente que a todos, niños o adultos, nos gusta escuchar esa frase mágica de Había una vez…

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