Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

10 agosto 2006

Lo que un día fue, no será

Para hablar del libro Sólo se que así fue, de Orlando Ortiz, decidí asumir el reto como lo que soy: lectora. Y promotora de lectura. Así que me di a la tarea de leer con los sentidos bien abiertos.

En primer lugar creo necesario ubicarnos en la colección donde fue reeditado. El libro reúne dos volúmenes publicados en la década de 1980: Secuelas, 1986, y Desilusión óptica, 1988. Fue publicado por la Dirección General de Publicaciones del CONACULTA en su Colección Lecturas Mexicanas cuarta serie, cuyo objetivo según la Memoria 1995 – 2000 de dicha institución, es volver a “poner en circulación para las nuevas generaciones, obras de importantes escritores mexicanos en los más diversos géneros”. Su primera serie, editada en la década de 1980 por la SEP y el Fondo de Cultura Económica, fue concebida como una colección de grandes tirajes y precios accesibles que facilitaran el acercamiento de los lectores a grandes obra de la literatura mexicana (intención siempre bienvenida).

Así, en esa primera serie se destacan títulos como el Ulises criollo de Vasconcelos (en dos tomos), Balun Canán, Mujer que sabe latín, Bella dama sin piedad y otros poemas, de Rosario Castellanos, La Cena de Alfonso Reyes, volúmenes de Salvador Díaz Mirón, José Gorostiza, Carlos Fuentes, Xavier Villaurrutia, Rodolfo Usigli (los dos últimos con obras de teatro), Julio Torri y hasta nuestro tamaulipeco Marte R. Gómez, con su acercamiento a la vida de Pancho Villa.

La segunda serie abarca sobre todo a la generación de medio siglo. En poesía encontramos títulos de Homero Aridjis, Enriqueta Ochoa, José Carlos Becerra, Eduardo Lizalde, Tomás Segovia y Gabriel Zaid, presente por cierto en 3 de las 4 series. Entre los narradores encontramos a Augusto Monterroso, Sergio Pitol, Hugo Hiriart, Gustavo Sáinz, Carlos Montemayor y Beatriz Espejo, entre muchos otros.

La tercera y cuarta series abarcan una igual diversidad de autores y temas, yendo de Francisco Tario (Una violeta de más) a José Vasconcelos (La sonata mágica), Emilio Carballido (La veleta oxidada. El norte. Un error de estilo) a Dolores Castro (No es el amor el vuelo. Antología poética) en su tercera serie, y José de la Colina (Miradas al cine), Eraclio Zepeda (Benzulul y Asalto Nocturno), Thelma Nava (El primer animal) y Roger Bartra (Oficio Mexicano) en la cuarta, abarcando crónica, relato, teatro, ensayo, cuento, novela y poesía.

Celebro entonces la publicación de Sólo sé que así fue en este contexto, rodeado de los grandes pilares de la literatura nacional, en una colección donde no sólo cabe hacer una remembranza de la vida en Londres en la década de 1970 o de las canciones populares mexicanas, sino también rescatar historias de la vida en las casas miserables alrededor de la Laguna del Carpintero en Tampico (ahora transformada por la limpieza del agua y la construcción del METRO), en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y el submundo oculto de la militancia y la clandestinidad alrededor de los movimientos obreros en nuestro país y el estudiantil de 1968.

Celebro que, en estos días de inconformidades y protestas, exista la memoria de esos días, de la violencia, las traiciones y el desamparo, pero celebro que también quede por escrito, entre la miseria y el dolor, la singular ternura que surge en los fugaces encuentros de los personajes que se mueven en estos mundos convulsos, condenados de antemano a la soledad o a la tragedia.

Más allá de un posible valor testimonial acerca de un tiempo y una época, no quiero dejar de mencionar la destreza con la que están escritos los cuentos, las sutiles referencias que los van hermanando y tejiendo una trama mayor, intuida más que leída, y que dejan en el lector la sensación de que en esos espacios, que veces obviamos, donde elegimos cerrar los ojos, bullen formas de vida que están al alcance de nuestras vista y sin embargo escapan a nuestra imaginación.

Orlando Ortiz dice en el preliminar de Sólo sé que así fue: “…en los dos libros, creo, los jóvenes podrán encontrar algo que Sólo sé que así fue, y espero que no vuelva a ser”.

Esperemos que la lectura de estos cuentos deje en el lector la inquietud de ver más allá de lo que ocurre a nuestro alrededor, las tramas y subtramas que se desarrollan en nuestra vida cotidiana, y la de abrir los ojos a tantas historias que (aquí y ahora), como las del libro, piden ser leídas con ojos atentos para que lo que fue, efectivamente, no vuelva a ser.