Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

17 agosto 2006

Contar cuentos

Desde que el hombre es hombre (siempre me ha encantado esa frase) la narración de historias se convirtió en parte fundamental de su existencia. Desde mucho antes de la invención de la escritura, la oralidad se convirtió en la manera de transmitir y conservar el conocimiento y la memoria de los pueblos. Más allá de una utilidad práctica, la magia de las palabras en la voz del narrador ha sido una fuente de placer y emoción inagotable, desde el chamán que cuenta las leyendas de su pueblo en torno a una fogata, pasando por el pregonero medieval y llegando hasta los actuales cuenteros y narradores (o incluso al chismoso de la oficina que cuenta las últimas novedades en el pasillo).

En alguna colaboración anterior mencioné que una de las principales herramientas del promotor de lectura es, precisamente, la lectura en voz alta. Otra, pariente cercana, es la narración oral, que se diferencia de la primera básicamente en la presencia (o en este caso, ausencia) del libro entre las manos. Es decir, en la narración es necesario aprenderse la historia y contarla más o menos de memoria, sin el apoyo del material impreso.

Pero a diferencia de la lectura en voz alta, que nos exige un apego al texto leído, la narración nos permite apropiarnos de la historia. Podemos contarla con nuestras propias palabras, e ir agregando detalles personales.

La narración además se apoya en elementos como la voz (modulación, tono, velocidad), la mirada (contacto visual con el público) y el cuerpo en general. Podemos utilizar gestos y ademanes, y aprovechar el espacio: para captar la atención de la audiencia (así sea una persona u ochocientas) es de gran importancia movernos, acercarnos, involucrar a la gente. Se puede incluso tener interacción directa, mediante preguntas o comentarios que los inviten a formar parte de la historia.

Al igual que en la lectura en voz alta, hay que tener cuidado en la selección del texto. Como no tenemos el apoyo del libro, es clave conocer bien la historia que vamos a narrar y de preferencia hay que ensayarla un par de veces antes de contarla en público, con ademanes y todo, para comprobar que funciona. Y por último, es importante recordar que si estamos haciendo una labor de promoción de la lectura, hay que remitirse siempre al libro, indicarle al público que la historia que contamos se encuentra publicada en tal o cual libro, si forma parte de una colección, etc. e invitarlos a leer.

Pero habrá quién se pregunte ¿para qué contar cuentos?

Nicolás Buenaventura Vidal, narrador y cuentero colombiano, narra una historia de la tradición judía, acerca de un hombre que contaba cuentos en una plaza, todos los días durante siete años, sin que nadie lo escuchara. Un día un niño le preguntó porqué lo hacía, si a nadie interesaban sus historias. Y él contestó: al principio contaba cuentos para cambiar el mundo, ahora cuento cuentos para que el mundo, él, no me cambie.

En otro orden de ideas. Hoy a las 19:30 horas se inaugura en el Museo Regional de Historia de Tamaulipas la exposición Vidas interiores. Carla Rippey, muestra itinerante que llega a nuestra ciudad gracias a la Secretaría de Desarrollo Social, Cultura y Deporte, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y el mismo Museo. La entrada es libre, ahí nos vemos.

4 dicen que dicen:

  • El 17 agosto, 2006 20:03, Blogger Hulk dijo otra cosa…

    Siempre he admirado a quienes son capaces de reunir a un montón de gente en torno suyo contando una historia. En la Feria del libro de Monterrey, el año pasado, ¿te acuerdas?, el trabajo de El Cuentavejero me dejó boquiabierto. De R. L. Stevenson, se dice que los nativos de la Isla de Upolu, donde vivió sus últimos días, le llamaban por este motivo Tusitala, que quiere decir el que cuenta cuentos.
    El caso de nuestro Eraclio Zepeda nos podría poner los pelos de punta: el maestro puede recitar un cuento suyo sin sacrificar ni cambiar una sola letra.
    Desde luego cada persona tiene talentos especiales, pero qué lindo sería poder hacer eso también nosotros.
    Como siempre, te dejo un gran abrazo y una felicitación.

     
  • El 19 agosto, 2006 09:58, Anonymous Anónimo dijo otra cosa…

    hola Elin! con tu texto me recordaste dos personajes de mi infancia, quienes aun existen:
    - Eduardo Robles, conocido en el universo de la literatura infantil como el Tío Patotas y,
    -Chava cuentacuentos
    Saludos!

     
  • El 24 agosto, 2006 13:20, Blogger ellb dijo otra cosa…

    Así es mi estimado Hulk, el maestro Zepeda es un caso excepcional en muchos sentidos. Definitivamente saber contar cuentos es un talento especial, pero también es cierto que lo importante es tener realmente las ganas y la pasión para compartir las historias que nos mueven. Y practicar, practicar, practicar.

    Mel, yo también recuerdo las presentaciones de Chava Cuentacuentos: en el CCT, en la plaza, en fin. Y por ahí anda todavía dando guerra.

    Muchas gracias a ambos por sus comentarios.

     
  • El 24 agosto, 2006 13:20, Blogger ellb dijo otra cosa…

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