Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

26 octubre 2006

Adiós al Rayo Macoy

El martes falleció Rafael Ramírez Heredia. Todavía no termina el Festival Internacional Tamaulipas, en el cual se le rinde homenaje, y ya el maestro sucumbió ante el cáncer pulmonar que lo aquejaba desde hace 14 meses. En el velorio la gente comentaba su entereza, la discreción con la que enfrentó su enfermedad, el hecho de que siempre parecía optimista, decía que iba ganando la batalla. Pero no era así.

Aunque generalmente se dice que nació en Tampico, su esposa Concepción Tavera comenta que Ramírez Heredia en realidad nació en el Distrito Federal. Su familia se mudó al puerto cuando él era niño y lo adoptó como su tierra natal: “…pese a que mi nacimiento en el puerto jaibo fue circunstancial, la combinación de un padre veracruzano, una madre yucateca y un ambiente tropical y camaronero, hizo que de alguna manera ese tropicalismo marcara mi forma de ser, dejara huella en mis improntas, y que además me comprometiera con mi tierra, pues mis tías, abuelos y otros familiares, se quedaron para siempre allá, lo que me permitió jamás renunciar a mi raíces, regresar con bastante frecuencia, y mantener – hasta hoy mismo – una serie de cariños, amigos, compadres, familiares, sensaciones y recuerdos, que me hacen ser tampiqueño hasta la médula, avecindado – momentáneamente – en el D. F. pero con un pie en el estribo para regresar a la orilla del río Pánuco, cosa que he venido diciendo desde años y que por desgracia aún no he podido cumplir”.

Considerado como uno de los narradores más importantes de nuestro país, su carrera estuvo salpicada de premios y reconocimiento, entre los que se cuentan el Premio Internacional "Juan Rulfo" 1984 del Gobierno de Francia a través de Radio Francia Internacional al mejor cuento en lengua española, por El Rayo Macoy, y el Premio “Dashiel Hammett” 2005 que entrega La Semana Negra de Gijón, Asturias, por la novela La Mara (por cierto sus obras más conocidas).

Esta última novela, en la cual explora el entorno y forma de vida de los miembros de la Mara Salvatrucha (así como la sangre y el terror que siembran a su paso), le trajo un gran reconocimiento internacional. Coincidí con él hace un año en la Feria del Libro de Monterrey, donde la presencia de Vicente Quirarte lo atrajo a la mesa. Estaba promocionando su libro de cuentos infantiles Otra vez el Santo, pero se quejaba con humor de que la prensa lo asediaba para preguntarle acerca de la Mara, sin importar el tema del día ni el público presente.

Recientemente se publicó La esquina de los ojos rojos, segundo libro de una trilogía sobre la violencia iniciada con La Mara y que culminará con una novela inédita que dejó sellada en poder de su esposa para ser abierto únicamente por ella cuando lo lleve a la editorial para su publicación.

Ramírez Heredia se preciaba de ser buen conversador, bebedor, disfrutar la vida al máximo. Se regocijaba sobre todo de su labor como creador. Afirmaba: “busco a un lector tan inteligente como yo para que logremos entendernos en un tipo de literatura que debe conjuntar sensibilidad e inteligencia, porque, si sólo tiene inteligencia, el libro sale frío, y, si sólo tiene sensibilidad, sale torpe”. Es un lugar común, pero es cierto también, que no hay mayor homenaje para un escritor que la lectura de su obra. Espero que el lector que Rafael Ramírez Heredia buscaba sepa encontrarlo.

19 octubre 2006

Elogio de la feria del libro

Tomo el título de un ensayo de Alberto Manguel, incluido en su magnífico El libro de los elogios (Universidad Veracruzana), para hablar de estas “fiestas de la palabra”.

Recuerdo la primera vez que asistí a una feria del libro. O lo que yo pensaba que era una feria del libro, esa que se pone anualmente en la plaza Hidalgo y que en realidad es la empresa de un particular (un señor de apellido Quiñones) que va de ciudad en ciudad vendiendo sus libros viejos. Yo creía que eso era todo, pero niña que era, me fasciné con los libros expuestos sobre las mesas instaladas bajo carpas en la acera.

(Por cierto, ¡que daño le ha hecho esta librería ambulante a las verdaderas ferias del libro! En mi andar como promotora y organizadora de ferias, me he encontrado que la mayoría de la gente cree que en eso consisten, en una triste colección de libros, generalmente de ediciones muy populares, malas traducciones y temas limitados, que son manejados por un solo concesionario o librero, con precios que no son necesariamente inferiores a los que encontramos en las librerías de provincia, los cuales de por si generalmente están por encima del precio de lista).

Pasaron años para que asistiera a una feria de verdad: la de Monterrey. Recuerdo haberme maravillado ante la ahora si, gran cantidad y diversidad de libros que podía encontrar. Y no sólo libros: revistas, discos, material didáctico, stands con información de diferentes instituciones, exposiciones, y un amplio programa de actividades culturales con conferencias, presentaciones editoriales y artísticas, talleres infantiles y de diversos temas, lecturas, charlas y un largo etcétera.

Este año, la Feria Internacional del Libro Monterrey llega a su decimasexta edición. Organizada por la Biblioteca del Tecnológico de Monterrey, inició en 1989 bajos las gradas del estadio de la misma institución, “con la idea de reunir a lo más variado del mundo de los libros: sus autores, las empresas editoras, sus publicaciones y al público lector”. Posteriormente la sede se cambió al Centro Internacional de Negocios de Monterrey (CINTERMEX), donde se lleva a cabo actualmente, y en donde ha ido creciendo y enriqueciéndose año con año.

Aunque se le ha acusado de ser una feria donde predominan los autores comerciales, representa un oasis para los lectores de Monterrey y en general del noreste del país, que nos acercamos para buscar las novedades editoriales y asistir a las actividades del programa cultural. Este año, por ejemplo, participan Federico Reyes Heroles, Juan Villoro, Luis María Pescetti, Paco Ignacio Taibo II, Sabina Berman, Julián Herbert, Julieta Ferro, Catón, Fernando del Paso, Felipe Garrido, Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou, José Agustín, David Toscana, Guillermo Arriaga y Guadalupe Loaeza, por citar algunos autores (claro, también hay espacio en la feria para presentar el libro de Chespirito). Igualmente, como cada año hay un invitado que monta una exposición y una serie de actividades en el pasillo central de Cintermex y que este año es CEMEX.

Hay que destacar que las más importantes ferias del país (Guadalajara, Minería, Monterrey) están organizadas por universidades, no por instituciones culturales, aunque éstas apoyan de distintas maneras. Pero como diría Michael Ende en La historia interminable, esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Por lo pronto, sirva esta columna como invitación a asistir a la Feria de Monterrey, que estará abierta hasta el domingo 22 de octubre, y aprovechar esta oportunidad de encuentro con la palabra.

05 octubre 2006

Los textos del yo

No quiso hacer promoción. Ninguna presentación, entrevista, lectura. Sin embargo, hace apenas unos días su editor del Fondo de Cultura Económica la llamó para avisarle que se va a reimprimir el libro, el cual se ha vendido muy bien. Tampoco era un tiraje muy grande, señala irónica. Quinientos ejemplares en este país de 80 millones de personas (ciento diez, le digo). Ciento diez, los que seamos. No importa. Pero en un país donde se leen pocos libros y los que se leen son primordialmente de cuento y novela (según datos de editoriales y promotores de lectura), que un libro de poesía vaya a reimprimirse a escasos meses de su publicación, califica casi como una hazaña.

Que el libro se haya vendido prácticamente por sí mismo habla de su calidad, de un grupo de fans, como si de una banda de culto se tratara. De la curiosidad que desata un texto ligado a su nombre. Desde el lector anónimo, pasando por el aspirante a escritor, hasta Carlos Fuentes (quien ha expresado maravillas sobre sus novelas), somos muchos los que en sus palabras hemos encontrado más interrogantes que respuestas, pero que con gusto nos encaramos en estas preguntas hechas en voz baja, no escritas, sugeridas.

Los textos del yo de Cristina Rivera – Garza reúne tres volúmenes de poesía: La más mía, Yo ya no vivo aquí y ¿Ha estado usted alguna vez en el mar del norte? Tres poemarios escritos en diferentes épocas, ciudades, influencias. Pausas en su obra narrativa y ensayística, aunque dice que nunca le han interesado las clasificaciones para su obra creativa. Lo que importa es tener algo que decir. Cuentos, ensayo, novela, poesía se mezclan para dar paso a una obra transgenérica, como ella la define. Socióloga con un doctorado en historia y vocación de escritora, mezcla disciplinas, voces, idiomas. Pero los textos están siempre ligados, se comunican entre sí, están hermanados a través de personajes, situaciones, preocupaciones, llenos de vasos comunicantes.

Dice que no pensaba hacer promoción de este libro porque la poesía tiene una dinámica diferente, otro proceso. Que llega a quien tiene que llegar. Pero aceptó presentarlo en Matamoros, su tierra natal (“esa esquina del país de donde vienen/ los narcotraficantes y los contrabandistas”). Sonríe y no explica porqué. “Esta es la única presentación que voy a hacer. La única vez que voy a leer estos poemas en voz alta”. Se siente como un regalo adelantado de cumpleaños, que es un par de días después. Parece volver.

Cuenta que su editor dijo: Los textos del yo es un título terrible. Puede ser, pero así se va a llamar el libro, contestó ella. Porque hablar del yo es, por una parte, sumarse a la gran discusión de la poesía contemporánea. Porque decir “yo” da pie al juego con el lector, que llega a creer que hablo verdaderamente de mí. Porque propicia esa sensación de cercanía, intimidad, la apropiación del texto.

Los que estamos en el auditorio escuchamos. El primer libro es una larga canción sobre la enfermedad de su madre, su relación con ella, con su yo femenino. El segundo, notas sobre un lugar inexistente, compuesto de muchas ciudades y mucha gente. El tercero, una exploración sobre La Mujer, con mayúscula, con el pretexto e hilo conductor de la escritora Concha Urquiza; un libro construido a través de posts en su blog.

Escuchamos. El presentador habla de sus influencias (que van de Rosario Castellanos a Rockdrigo), de la impecable arquitectura del volumen, las diferencias estilísticas entre los tres poemarios. Pero sobre todo escuchamos esa charla en tono confesional del porqué de la literatura, de la poesía; esos textos que no volverán a ser leídos en voz alta por su autora, pero que podremos encontrar pronto nuevamente en las librerías; poemas que se convierten en acompañantes nocturnos y que tratan infructuosamente de convencernos, a pesar de su fuerza e innegable presencia, de que Cristina ya no vive aquí.