Casi todo es otra cosa

Columna semanal publicada en el periódico "Últimas Noticias" de Ciudad Victoria, Tam., y otras cosas que se me ocurren en el camino. Por Elin López León de la Barra.

29 junio 2006

El juego del hombre


Esta semana, como era previsible, todos los diarios, las revistas, las opiniones de los comentaristas en la televisión, en fin, todos los espacios en los medios de comunicación (o información, no nos vamos a meter en discusiones) han estado llenos de sesudas reflexiones sobre los temas del momento, a saber: el mundial y las elecciones.

Y como era de suponerse, surgieron las comparaciones entre ambos. Al parecer los editorialistas esperan con ansias la coincidencia de estos acontecimientos, cada doce años, que los provee de una fuente prácticamente inagotable de metáforas y les da oportunidad de establecer símiles entre candidatos y jugadores, operadores políticos y técnicos, partidos y selecciones nacionales.

Que si tal candidato le anotó tremendo gol a otro, que si fulano trae bien puesta la camiseta o se olvidó de sus colores. Que si la vida política nacional está llena de penaltis fallidos, tiros de esquina y tarjetas amarillas y rojas. El conocido dicho de que la selección promete resultados como político en campaña... En fin, supongo que si yo supiera algo de fútbol (o de política, para el caso) se me ocurrirían comparaciones más brillantes.

Yo protesto. Yo digo: basta. Quiero retomar el ritmo normal de vida, los temas cotidianos. Pero sé que es una ilusión. Porque no creo que con ir votar este domingo, como ciudadana consciente que me precio de ser, pueda dar la ronda por terminada y olvidarme del asunto por un par de años, hasta que comiencen nuevamente los preparativos para el siguiente encuentro. No señor. El fútbol y la política son las fuentes de entretenimiento nacionales por excelencia. Son las constantes que nos unen, aunque sea a través de nuestros desacuerdos. Así que observaremos pacientemente su evolución en todos los niveles, desde el local hasta el internacional, las repercusiones de cada movimiento, de cada estrategia, los cambios de clubes y jugadores, la depuración de la técnica, el rendimiento final en la cancha (el que verdaderamente cuenta).

En fin. Pero a diferencia de lo que sucede con el fútbol, en lo que respecta a las elecciones si podemos tomar un papel activo e influir en el resultado. Porque (perdón si desilusiono a los creyentes) por más que gritemos frente a la televisión o desde las gradas, ni el técnico (que por cierto demostró no valer lo que le pagan) ni los jugadores escuchan nuestras sugerencias y demandas. Pero las elecciones son otra historia. Así que este domingo 2 de julio, por favor, no lo olvide. Aproveche la oportunidad de hacerse escuchar. Levántese del sillón y vaya a votar.

22 junio 2006

De lectores y lecturas


Cuando hablamos de lectores, muchas veces hablamos en realidad de personas alfabetizadas: aquellas que son capaces de decodificar los signos de un lenguaje determinado. Creemos que cualquiera que pueda leer un anuncio panorámico, una revista o incluso un mamotreto de 600 páginas, y decirnos más o menos de qué se trata, llena los requisitos. Pero un lector es mucho más que eso.

En su libro El buen lector se hace, no nace (Ariel Practicum, 1999), Felipe Garrido nos dice que un lector cumple con cinco características: lee por voluntad propia, todos los días, comprende lo que lee (está acostumbrado a atribuir un significado al texto), puede servirse de la escritura y suele comprar libros.

Dejando de lado este último punto, que no es compartido por muchos autores y que se dificulta en ocasiones en este país de muchos libros, altos precios (aunque sin IVA) y pocas librerías, Garrido toca un punto fundamental: lector es aquel que hace más que simplemente decodificar: tiene que ser capaz de dar sentido a lo que lee, es decir, relacionar el texto con su experiencia y conocimiento previo y dotarlo de un sentido (aprehensión emotiva) y un significado (aprehensión intelectual), que van más allá de lo que está escrito en el texto original.

Por eso cada libro, cada texto, es diferente para cada persona. Porque la comprensión se construye a partir de la información previa, la experiencia y el sentido que son únicos e irrepetibles. Esto es lo que se llama multisentido de la lectura.

Esa es también la razón por la cual un libro es diferente cada vez que lo releemos. Porque (en palabras de Neruda) nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. La acumulación de vivencias e información cambia, en el mejor de los casos amplía, nuestra visión de la vida y ofrece la posibilidad de encontrar nuevas lecturas o interpretaciones que antes nos estaban vedadas porque no teníamos la experiencia necesaria para acceder a ellas.

Cada lector es así, también, un autor. El libro no tiene un mensaje unívoco, absoluto e inconfundible. Cada lector escribe una parte de la obra cuando lee, tal vez la más importante, porque es suya.

Eduardo Galeano en El libro de los abrazos (Siglo XXI, 2000) lo dice mucho mejor que yo, en un texto llamado “La función del lector /1”. Lo reproduzco porque es muy breve y espero que el poseedor de los derechos de la obra no me persiga:

Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.

Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.

En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.

Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.

Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.

15 junio 2006

A votar, que el mundo se va a acabar


Recuerdo que en el 2000 Manuel Vicent publicó en su columna en el periódico El país un texto llamado Elección, en el cual, con el pretexto de las elecciones presidenciales, hablaba de esas pequeñas disyuntivas frente a las cuales nos encontramos día a día, minuto a minuto, y que son las que a fin de cuentas se van sumando y definiendo, un poco por azar, el curso de nuestra existencia: “También los grandes bombardeos a primera vista constituyen hechos decisivos para la historia, pero en el amasijo humano de los refugios bajo los obuses la vida y el azar forman una sola amalgama y probablemente es allí donde el río humano cambia su curso”.

Yo pensé que yo nunca escribiría de política, debates, elecciones y demás, pensaba que esta columna debía ser un respiro de tan omnipresentes temas y tocar otros más cercanos a mi corazón. Pero hace poco cuando en una cena surgió la consabida discusión, alguien comentaba que no votar es también una opinión. Y yo reflexionaba: no votar me parece una forma peligrosa de expresarse. No acudir a las urnas puede no ser interpretado como una protesta y ser confundido con el simple abstencionismo, gran mal de nuestro tiempo.

A tal grado ha llegado la cosa que existen múltiples campañas para promover el voto entre los diferentes sectores de la población, impulsados por grupos de distintas tendencias políticas e ideológicas, pero con la misma finalidad: remover la conciencia popular para lograr una mayor participación en la contienda electoral.

Una de las que más me ha llamado la atención es la de Tu rock es votar (tal vez porque pertenezco al segmento demográfico al que va dirigido, o si lo prefieren al mercado meta). Es una versión de la campaña Rock the vote USA (es también un refrito, como La Academia y Bailando con las estrellas) que surgió en Estados Unidos tras la primera victoria de Bush y que a mi gusto tenía como objetivo de fondo, más que promover un acercamiento del sector juvenil a la vida política, estimular la participación para legitimar el triunfo de Bush y su permanencia, tras su ascenso al poder en enero de 2001 como resultado de unas polémicas elecciones con un índice de participación bastante bajo.

Tu rock es votar es una asociación civil, apartidista y sin fines de lucro, que “busca fomentar el interés de los jóvenes en la vida política a través del activismo civil y político”. Participan actores, cantantes, modelos, deportistas y conductores como Carlos Loret de Mola, Ely Guerra, Cecilia Suárez, José María Yazpic, los grupos Lu y Molotov (hablando de diversidad), entre muchos otros, y está enfocada a los jóvenes entre los 19 y 34 años. Comprende una fuerte campaña en medios (prensa, radio, televisión, revistas), una gira musical y la gira Tu rock es informarte, con conferencistas como Silva Herzog y Paco Huidobro (el del grupo Fobia).

Por cierto, la gira de Tu rock es votar llegará a Reynosa este viernes 23 de junio, en el Parque de Béisbol Adolfo López Mateos a partir de las 17:00 horas.

Otra campaña importante es la de X: si no votas no cuentas, organizada por Agencias de Publicidad Asociadas, CAINTRA, Canaco, CCINLAC, Consejeros Locales del IFE, COPARMEX, Federación de Organizaciones Juveniles y VertebraEste.

Todos estos esfuerzos para convencernos de ejercer un voto que es nuestro derecho y obligación como ciudadanos.

Creo que tenemos la libertad para elegir y si no nos gusta ninguno de los candidatos, siempre hay la opción de anular el voto o dejarlo en blanco (aunque claro, lo mejor es un voto maduro y razonado). Pero lo importante es ir. Demostrar que realmente nos interesa nuestro país y lo que sucede a nuestro alrededor. Hay tanto por hacer. Parafraseando el eslogan de Tu rock es votar: si no votas, si no cumples, no tienes derecho a quejarte.

08 junio 2006

La lectura vicaria


Son muchas las herramientas que pueden utilizarse para la promoción de la lectura. Una de las más socorridas es, por supuesto, la lectura en voz alta (la cual a su vez está íntimamente relacionada con la tradición oral). Aunque la práctica de la lectura en voz alta se ha utilizado ampliamente con fines pedagógicos, en los últimos años ha surgido el concepto de lectura vicaria.

Esta consiste, según la definen Luigi Paladin y Laura Pasinetti en su ensayo El placer de oír leer. Aspectos psicopedagógicos de la lectura vicaria (1995) en “un tipo de lectura que tiene, dentro de sus características específicas, la de realizarse a través de la mediación de un lector que lee a los demás, estableciendo una relación de interdependencia y de coparticipación” (las comillas son mías).

Esta lectura no debe confundirse con el tipo de lectura escolar en el cual el maestro lee al alumno con la finalidad de que aprenda a leer, o la que el alumno realiza de un texto para ejercitar su habilidad lectora. Más allá, la lectura vicaria tiene cuatro elementos: la fuente (libro, texto), el mediador (lector), el acto de la lectura y el receptor u oyente.

Como se expresa en la definición anterior, en la lectura vicaria existe una relación de interdependencia entre el lector y el receptor que escucha la lectura, a quien Paladin y Pasinetti definen como lector – oyente: el lector se convierte en un mediador entre éste último y el texto, estableciendo con y entre ellos una relación afectiva. Por su parte, el receptor no se limita a escuchar de forma pasiva, sino que va construyendo significados: así pues, también está leyendo.
La presencia del libro es fundamental (y en ello radica la diferencia con la narración oral), de manera que pueda fomentarse el acercamiento entre el lector – oyente y el libro como objeto, como parte de un proceso de imitación.

Preferentemente, el texto seleccionado debe ser alguno que le hable al lector, que tenga algún significado para él o le despierte alguna emoción, para de esa manera transmitirla al oyente y provocar su interés.

Otra cosa que destaca en este concepto es que, aunque el lector vicario es quien da vida al texto, no debe hacerse indispensable, sino que debe convertirse en un vehículo para que el texto llegue a oídos de otra persona. Y es deseable despertar en el oyente el deseo de leer, no solamente de escuchar, sino de buscar por sí mismo nuevos textos.

Fomentar la lectura suena siempre como una tarea de titanes, y lo es en muchos sentidos, pero creo que en pequeña escala es una meta alcanzable. La lectura vicaria no es sólo para especialistas, actores, cuenteros y lectores profesionales. La idea es precisamente que cualquiera, padre de familia, maestro, bibliotecario, amigo, puede convertirse en un mediador.

Idealmente deben seleccionarse los textos con anterioridad, ensayar la lectura, dominar la técnica, todo lo cual puede sonar muy complicado. Pero en realidad, para empezar, para perder el miedo, basta con leer en voz alta a nuestros alumnos, amigos, hijos o compañeros, el material que se tenga a la mano (algo que muchos hacemos incluso de manera natural, sin darnos cuenta). Pueden ser libros, revistas, alguna nota del periódico que capte nuestra atención, pero es importante verificar que el texto esté acorde con el público al que va dirigido y no leerle la nota roja a, digamos, alumnos de preescolar. Y para que el esfuerzo realmente rinda frutos, hay que hacerlo de manera consistente (los ritos son necesarios, decía Saint – Exupéry).

Para todo hay un primer paso. Para formar lectores, todos podemos contribuir leyéndole a alguien más nuestra historia favorita. Y creo firmemente que a todos, niños o adultos, nos gusta escuchar esa frase mágica de Había una vez…

01 junio 2006

De la lectura como vicio


Cuenta Felipe Garrido que cuando era niño, uno de sus maestros llegaba todos los días al salón con un periódico deportivo bajo el brazo, les ponía alguna actividad, y se desentendía de ellos para dedicarse a la lectura. Como resultado, agrega, no aprendimos casi nada de geografía, pero casi todos nos volvimos fanáticos de las Chivas y algunos nos volvimos lectores.

Es un dicho viejo eso de que el hábito de la lectura se predica con el ejemplo. Es un hecho que el niño o joven que tiene un modelo lector (padre, maestro, amigo) es más propenso a acercarse a los libros. Desgraciadamente, no siempre se da esta condición, y es más fácil encontrar personas predicando la importancia de la lectura, que verdaderos lectores.

En su libro Como una novela (algo así como la Biblia para aquellos interesados en el tema de la promoción de la lectura), Daniel Pennac comenta que al pedirle a sus alumnos que describieran a un lector, éstos le contestaban con una serie de estereotipos: “Los más ‘respetuosos’ me describen al mismo Dios Padre, una especie de eremita antediluviano, sentado desde toda la eternidad sobre una montaña de libracos viejos a los que habrá exprimido el sentido hasta comprender el porqué de todas las cosas. Otros me bosquejan el retrato de un autista profundo, tan absorto en los libros que se tropieza contra todas las puertas de la vida. Otros me pintan un retrato en negativo, dedicándose a enumerar todo lo que un lector no es: no es deportista, no es animado, no es divertido, y no le gustan ni los chistes, ni la ropa, ni los autos, ni la televisión, ni la música, ni los amigos… Y otros, por último, más ‘estrategas’, erigen frente al profesor la estatua académica del lector consciente de los medios a su disposición por los libros para acrecentar su saber y agudizar su lucidez […] Pero ninguno, ni uno solo se describe a si mismo ni describe a un miembro de la familia o alguno de esos innumerables lectores con los que se cruzan todos los días en el tren subterráneo”.

Y ni hablar de cuando pregunta sobre el libro: aparece un objeto extraño, mítico, extraterrestre, al cual tienen acceso sólo unos cuantos elegidos. Esta percepción de lo que es un lector y la sacralización de la lectura son resultado de la falta de familiaridad con el libro como objeto, por un lado, y de un acercamiento a sus contenidos y posibilidades, por el otro. Porque no basta con poner material de lectura (que puede ser un libro, periódico, revista, historieta, etc.) al alcance de de la mano para que las personas se sientan tentadas a leer. No es tan simple. Porque además de todo, no basta con que veamos a alguien leer, o que nos platique que leyó: tiene que hacerlo con gusto, con pasión, para que puedan entonces despertarse en el otro la curiosidad y el interés. Porque para que puedan formarse lectores tiene que existir un interés genuino de una persona que extienda la mano y le lea a otra, así, por el gusto de hacerlo, por la necesidad de compartir el placer que le provocan las palabras, las frases, las ideas, las historias.

La palabra “hábito” me da la sensación de algo bueno, sano, higiénico y casi obligatorio, como lavarse los dientes o levantarse temprano. Yo prefiero pensar en la lectura como un vicio que, como dice Garrido, se adquiere por contagio.

En otro orden de ideas. El viernes pasado se presentó en el café La Buena Vida el número 15 de la revista Taladro, publicación independiente que desde 1989 difunde el arte y la música de vanguardia que normalmente brillan por su ausencia en los medios comerciales. Para adquirirla puede escribir al correo electrónico genitalprods@email.com. Felicidades a Toño Rotuno y compañía.